Érase que se era… así comienzan los cuentos y éste no será la excepción.


Érase una vez, que en un pequeño pueblo se paseaba un visitante, su nombre era Oxígeno.
Caminó toda la mañana y cansado se sentó a la sombra de un árbol en un parque.
Orgulloso al saberse necesario para la vida, observaba con detenimiento un par de hermanos que jugaban en una colina; subían corriendo y bajaban rodando, así una y otra vez sin detenerse. Los mellizos Hidrógeno, se habían desprendido de una estrella y llegaron a ese pueblo también.


Oxígeno estaba tan entretenido viéndolos reír y jugar desenfrenados, que no pudo ver el momento en el que sin control rodaron hasta él, fundiéndose los tres en una gota de agua.


Había nacido Gotita, el sol la evaporó y vivió sus primeros días en la hoja de un árbol.
Por las mañanas permanecía dormida y conforme transcurría la tarde se empezaba a liberar, sí, como rocío en su hoja. En las noches se asomaba, ayudada por el enfriamiento nocturno, y permanecía así en la madrugada; cuando el sol aparecía por el oriente, Gotita regresaba a dormir en su hoja.

En ese parque había muchas más gotas como ella y no tardó en hacer amistad con otras, que vivían en hojas de los árboles cercanos.

Gotita pensaba que su vida se limitaba a ese árbol donde vivía y no imaginaba siquiera las aventuras que le esperaban en un futuro no muy lejano. Para ella que hasta ese momento que no había conocido nada mas que ese parque, le parecía que ya había visto y vivido todo.


Pronto se dio cuenta que las cosas no eran así, como ella las veía. Corría el rumor de que una gota aventurera llamada Niebla, había realizado grandes expediciones y andanzas por todo el ciclo del agua; cada año regresaba al parque relatando sus nuevas hazañas.

¿Quién se atrevería a acompañarla en una nueva aventura para desafiar las estaciones en todo un año?

Esa tarde al caer el sol, Gotita se reunió con sus amigas. Ellas le platicaron que estaban decididas a salir con Niebla, querían experimentar de cerca este acontecimiento. Era tanta la euforia llena de adrenalina en sus razones de querer salir en la expedición, que convencieron a Gotita para que se uniera a tan espectacular suceso.

Ocurrió entonces que en lugar de dormir esa noche en sus hojas, Gotita, Niebla y sus amigas, estuvieron expectantes para salir al alba en búsqueda de la conquista de un nuevo ciclo.

Empezaba la primavera, por las mañanas, aún frescas, el sol se dejaba ver mas temprano. Las exploradoras estaban ahí juntas, cuando un viento ligero las empujo hacia una laguna formada por miles de gotas como ellas. ¡Qué sorpresa fue ver cuantas mas había! Alrededor los juncos y los pastos ya empezaban a reverdecer, las aves migratorias tenían ahí sus nidos. Esa tarde apacible y tranquila fue el comienzo de todo. Durmieron en la laguna, sintiendo la suave caricia de la brisa leve.

-¡Manténgase unidas!- les decía Niebla, -pretendemos llegar al cielo, lo peor que nos puede pasar es que le quitemos la sed a los patos y que pasemos a formar parte de ellos sin poder seguir nuestra travesía. También estamos expuestas, a que en un chapuzón, nos manden fuera de la laguna, y con el viento y el sol, nos sequemos.

La primera meta estaba en no dejar la laguna por ningún motivo. Pronto el sol provocaría que el aire fuese más húmedo y caliente, con ello se produciría la evaporización para llegar al cielo a las capas más altas de la atmósfera. Con mucha paciencia esperaron que la primavera fuera haciendo lo propio, suficiente calor. Pasaron los días y se comenzaron a evaporar las primeras gotas. Gotita y sus amigas se mantenían unidas y pronto les llegó su turno. Subieron como vapor de agua que se condensó, de esta manera, se hicieron gotitas de tamaño microscópico y pasaron a ser parte de una nube.

El calor de mayo y pocos vientos, mantenían a Gotita y a sus amigas en un cúmulo. El estío era inminente y se dejaron caer las primeras lluvias. Leves y escasas caían las primeras gotas, éstas eran grandes y chocaban contra el piso, pronto se esfumaban. Gotita y sus amigas estaban muy unidas y se mantenían al centro de la nube para no ser desprendidas en las primeras lluvias. La aventura que esperaban con emoción era caer en una tormenta grande, de esas que causan estruendos, se hacen ver con relámpagos, truenos y rayos, para después de ahí correr directo a un río y no vivir más en la laguna.

Firmes esperaban la proeza, cuando el cielo se cerró completamente, todo era gris y unos relámpagos dejaban ver su luz, un trueno fuerte estremeció las nubes anunciando la precipitación que se dejó caer. Una fuerte cohesión las mantenía unidas, Niebla, Gotita y sus amigas se estrellaron en las rocas de un río que bajaba ágil y rápido desde la montaña. Felices siguieron la travesía por una espesura llena de pinos, ahora formaban parte de ese caudaloso río que daba tanta vida al bosque, así continuaba el ciclo de la vida. El cause del torrente corría desenfrenado hasta su final desembocando en el mar, Gotita admirada descendió hasta el océano y ahora había pasado de vivir en una hoja, a ser parte de esa gran inmensidad. Era la masa más grande que había visto de una concentración de gotas, ahí lograban llegar solo las mejores y ella lo había logrado. En ese verano pudo vivir emociones inesperadas. Estaba plena por pertenecer a este planeta.

Le tocó ver grandes cruceros navegar y llegar a puerto; una gran diversidad de vida marina; y los niños bañistas disfrutando en la playa, donde jugaban en la arena para después meterse a nadar entre las olas. Olas en las cuales Gotita estaba reventado para diversión de todos.

El calor fue bajando, ya no evaporaban las gotas tan rápido, las lluvias se alejaron y el otoño se asomaba. Vientos suaves desprendían las hojas caducas de los árboles, la temperatura era fresca y cada vez más fría. Sin embargo, igual que en sus anteriores batallas tenían que mantenerse unidas y esperar a tener la fortuna para lograr subir otra vez al cielo. El reto era estar en las primeras filas de la superficie, y cuando el sol ya con sus rayos mas suaves calentara lo suficiente, ellas subirían otra vez en forma de vapor. Su propósito y objetivo a cumplir ahora era transitar al invierno.

Una linda mañana de septiembre, cuando el sol calentando sobre la masa oceánica ejerció su acción sobre Gotita y su equipo, agrupadas subieron otra vez al cielo. Permanecieron ahí en un gran cirro. Estuvieron apacibles y dormidas esperando con calma la llegada del invierno. Los aires del norte empezaron a soplar con más fuerza y las temperaturas descendieron, los gélidos vientos hacían que nuestras aventureras cada vez más estuvieran heladas, pegadas en el hielo. Así se mantuvieron por los siguientes meses. Una noche fría de diciembre Niebla, Gotita y sus amigas se desprendieron de la nube, la temperatura marcaba bajo cero, hizo que se cristalizaran para colisionarse entre sí y formar un bello copo de nieve.

Esta vez no se fundieron porqué hacía mucho frío, lento y con elegancia, fueron dejándose caer hasta reposar en la rama de un hermoso pino.

Durante el invierno, con las altas temperaturas y los fríos vientos, Gotita y compañía, no cambiaron su estado sólido. Todo el bosque se pintó de blanco.

Como esta tierra no esta quieta, su camino alrededor del sol continuaba, los rayos del astro rey empezaron a filtrarse por las nubes cada vez con más intensidad, estaba cambiando la estación y la temperatura empezaba a ascender. Fue así como el copo de nieve integrado por Gotita, Niebla y sus amigas, volvieron a su estado líquido. De este modo la nieve acumulada en aquel parque, regresó a la laguna, a los riachuelos, ríos y caudales que seguían una vez más su viaje hacia el océano.

La primavera estaba entrando, Gotita encontró su hoja en la que vivió antes de salir a su odisea, sonriente se sintió satisfecha por lo que había logrado, y claro estaba lista para emprender una vez más el viaje.